Pablo Marimán, profesor e historiador: “La institucionalidad indígena no interpreta las aspiraciones, derechos y libertades otorgadas a los pueblos indígenas como la autodeterminación, la autonomía y el control territorial”

El profesor e historiador independiente asociado a la Comunidad de Historia Mapuche y al Centro de Estudios y Documentación Mapuche Liwen, Pablo Marimán Quemenado, colaborador de Cátedra Indígena, nos relata su mirada respecto a las demandas de las comunidades indígenas y el contexto histórico del Estado chileno frente al dilema de considerar a más naciones dentro de su territorio.

 

Pablo, coméntanos sobre tu experiencia colaborativa con la Cátedra Indígena.

En el contexto de la Iniciativa Bicentenario Juan Gómez Millas se me invitó a participar de una serie de encuentros, algunos situados en la capital y otros en regiones, por medio los cuales abordamos temáticas relacionadas con epistemologías, artes, cultura y que convocó a académicos aymaras, rapanuis, chilenos y mapuches. Creo que en las actas próximas a publicarse de estos encuentros quedaron pasajes, algunos en las lenguas propias de cada pueblo, que representan experiencias de vida, como formas de comprender los sucesos y sus contextos. Entiendo que la Cátedra Indígena por medio de estos proyectos y sus metodologías ha buscado torcer el carácter extractivista de enfoques o investigaciones cuyos productos se patentan y quedan en el dominio y uso exclusivo de quienes los obtienen. Quienes participamos allí sentimos no sólo una valoración, sino un sentido de búsqueda también de parte del mundo académico, este último cada vez más poblado de representantes indígenas.

Por lo expuesto en el libro “Arte Otro” ¿cuáles son los aspectos más relevantes en las expresiones artísticas del mundo mapuche? ¿Cómo se devela el conflicto con el Estado?

Lo primero es entender que el concepto arte es una convención que nace en un contexto socio cultural determinado por una historia y que luego en poder de quienes viven con ventajas usan para clasificar la producción humana muchas veces de manera etnocéntrica (un arte tan solo contemplativo y exclusivo a quienes lo pueden comprender y comprar/coleccionar, mientras lo demás es puramente artesanía). Lo segundo es que cuestionando o empoderando esa clasificación y orden los pueblos, en condiciones de desventaja, responden irrumpiendo con sus visiones de mundo inscritas en sus producciones de manera tradicional como contemporánea, tras un propósito que si bien gatilla desde los individuos percepciones singulares, alimentan (o se nutren) de corrientes de opinión, filosofías, ideologías etc. Se expresan en una estética, en formas de comunicación que trascienden y subvierten el control de las mismas que hace la oficialidad. Lo demuestra en distintos momentos las artes escénicas, literarias, pictóricas mapuche, entre otras.

El Estado chileno, como configuración socio cultural y desde una práctica colonial de relación con los sujetos indígenas y sus conocimientos, miró con desdén estas otras expresiones para luego nutrirse de sus elementos. Vio el mercado que estas generaban y ha terminado reconociendo sus estatus de tal (artes) en el contexto del multiculturalismo neoliberal que identifica las diferencias cosificándolas para hacerlas circular (exposiciones, ventas, etc.) independiente de los sujetos o pueblos que las producen. El arte mapuche pulsa por otros cauces, no tan sólo por las vitrinas. Acompaña, se distancia y nos construye un imaginario que con plasticidad imbrica lo “moderno” con lo “tradicional”. Quizás sea el reflejo del estado profundo de un momento en nuestra larga historia.

Publicación lanzada por la Cátedra Indígena durante el 2017.

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¿Es solo una demanda Mapuche los derechos políticos territoriales?

Se debe comprender que Chile está compuesto de territorialidades ancestrales y pueblos que pre existen a la conformación del estado (colonial y republicano). Que depende donde nos situemos espacial y temporalmente, podremos establecer el hecho o hito específico que desencadenó la etnofagia del Estado con cada uno de estos pueblos, por ejemplo: los pueblos entre Copiapó y Bio-Bio son los primeros que sucumbirán a la conquista. Su organización en “Pueblos de Indios” es parte de la etnogénesis temprana de la sociedad chilena lo que no significó su desaparición, como en el caso de los diaguitas y otros que hoy están “despertando” y exigiendo sus derechos. Los Aymara, Kechwas, Likan Antai, Kollas, entraron a la “historia nacional” con los sucesos de la guerra del Pacífico. La expansión a la polinesia como al estrecho hará que pueblos “canoeros” y “pedestres” como los Selknam, Yamana, Kawashkar y Rapa Nui, entronquen su historia con la de Chile. Por último, los mapuche del sur del Bio-Bio, diferenciadamente viven este proceso, sea por medio una guerra o bien con la colonización que hace el Estado de sus territorios.

Los derechos territoriales que se exigen en la actualidad tienen matices para cada uno de ellos, en el caso mapuche el Estado Colonial y Republicano hizo pactos políticos por medio los cuales (parlamentos) se reconoció una frontera con soberanías y potestades independientes a uno y otro lado de la misma. Este estatus solo se vino abajo por medio una guerra (1859-1884) posterior a la cual se entregan “títulos de merced”. Hay que precisar que la República también dictó la ley de “títulos de comisarios”, que legalizó el tema de la propiedad de la tierra en los territorios Williche reconociendo a perpetuidad las posesiones de las comunidades. Haciendo vista gorda ante la esquilmación posterior que hicieron colonos nacionales y extranjeros. Teniendo estos antecedentes, se comprende que el despojo del territorio (tierras, litorales, aguas, bosques, ganados, veranadas, etc.) en la actualidad no es una demanda, sino una reivindicación, la que comparten el conjunto de pueblos indígenas y los Rapanui.

Diversos autores mencionan como “solución” ante conflictos que el Estado se declare como plurinacional ¿Es una opción factible? ¿Qué países o Estados pueden ser un referente en cuanto a Nuevo Trato?

Cuando la relación se funda en un acto jurídico, así como un “contrato social”, y las partes cumplen sus mandatos es factible creer idílicamente que sí se puede resolver lo profundo. La cuestión es qué, exactamente, pues hay cuestiones materiales como la tierra, el ganado, los bosques, los litorales, las aguas, etc. que podemos congeniar en cuanto es lo que se nos debe retornar, pero también los crímenes de leshumanidad y los traumas intergeneracionales deben atenderse. En el mejor de los casos si esto sucediera luego se debiera lograr tener incidencia como decisión en las políticas y los modelos de desarrollo a aplicar, pues no vamos a controlar territorios para reproducir lo mismo que cuestionamos y/o resistimos. Considero que si bien pueden cambiar las condiciones de existencia, lo que debe sí o sí transformarse es la relación, es decir, la disposición y con esta el “habitus colonial” que hace a algunos tener prerrogativas sobre los otros. Si a esto ayuda declarar plurinacional al Estado, entonces, bienvenido, lo que no debe suceder es que quede en lo nominativo. Esto corre para cualquier medida con sentido de plurinacionalización, como son los proyectos de escaños reservados y/o cuotas, consejos de pueblos indígenas o ministerios.

Este proceso de descolonización en otros países se lleva a cabo diferenciadamente. Elemental es reconocer la responsabilidad del Estado en la situación indígena contemporánea. Canadá, Australia han pedido disculpas históricas. Aquí un intendente lo hizo, Francisco Huenchumilla, y lo echaron. También se constituyen comisiones paritarias de Estado, no de gobierno, que identifican problemas y reparaciones, procediendo a la restitución territorial, no como un acto de compra venta. De manera simultánea, se reconocen liderazgos, gobernabilidad y juridicidad bajo la figura de autonomías, como Bolivia y Ecuador, en complementación con escaños reservados como Nueva Zelandia; ministerios y consejos indígenas, no sólo consultivos, sino resolutivos. Así el Estado-Nación deja de ser etnocrático, comenzando su plurinacionalización.

La Ley Indígena, la creación de la CONADI o incluso el actual Proceso Constituyente de Consulta Indígena, entre otros ¿son instrumentos validados por las comunidades indígenas? ¿Estos instrumentos han contribuido a la solución de necesidades y demandas?

Si un instrumento da resultados para las comunidades, es decir, para fragmentos del pueblo, como lo es la compra de tierras por medio de un fondo, del organismo y la ley que se menciona, podríamos decir de manera pragmática que es un avance en relación a la nada. Con esto último me refiero al desmantelamiento que hizo la dictadura de toda la institucionalidad y los fondos centrados en los pueblos indígenas, como lo fue el Instituto de Desarrollo Indígena creado en 1972.

Tengo la impresión que la institucionalidad indígena post dictadura, su contexto jurídico y su política están desfasadas del ritmo y la tendencia que ha tomado sobre todo el desarrollo del derecho internacional indígena expresadas en el convenio 169 y la declaración de las Naciones Unidas. Creo que si bien, el primero plantea la inclusión de estos pueblos en el estado (de ahí la búsqueda de cuotas, consejos -aunque sólo consultivos- y ministerios indígenas), más que resolver las relaciones coloniales, indican una “modernización” del Estado desde ciertos enfoques interculturales, pero no interpretan las aspiraciones, derechos y libertades otorgadas a los pueblos indígenas como, y entre otras, la autodeterminación, la autonomía y el control territorial.

Por otra parte creo que hay que empoderar lo que se viene antes que la partidocracia chilena lo haga, como sucedió con la CONADI tras los sucesos de Ralko y Lumako a finales de los 90, pero no hay que perder de vista lo profundo: destrabar lo necesario para que fluya el transcurso histórico de nuestros pueblos detenido por el colonialismo.

¿Cuáles son los lineamientos básicos recomendables para toda comunidad indígena frente a reivindicaciones y gestión de demandas?

Lo primero es su unidad y su organización. Esto requiere buena comunicación, formación y establecer sus propósitos individuales como colectivos. Creo que cuando más han avanzado las demandas o reivindicaciones es cuando más unidad, movilización y gestión de estrategias se han empleado. La inacción, el paternalismo y el asistencialismo no suman para cambiar y conseguir lo que se pretende. El camino se puede tornar duro, pero hay que estar preparado.

Lo segundo es considerarse sujetos de derechos, es decir, entenderse con los organismos públicos o privados en el concierto jurídico y político existente y no tan solo en las prácticas y “habitus” de la política pública y el quehacer particular o privado, muchas veces sin la debida consulta o bien de manera indebida.

Considerar que estamos en un tránsito histórico y que un revés no significa la pérdida del proyecto o misión. Un mal momento se puede superar leyendo la situación, considerando las alianzas, y echando mano de la experiencia como de los organismos extraterritoriales de justicia y de derechos humanos.

Hay que exigir una política de Estado, es decir, que la sucesión de gobiernos, con sus mayores o menores compromisos con los indígenas, los particulares, las empresas, etc.; no debe interrumpir, detener, desordenar o retrotraer lo que se viene consiguiendo. Esto le hace mal a las sociedades, rebaja la política y engendra situaciones como las que vivimos en la actualidad ya desde hace unas décadas. No es aceptable que un gobierno imponga una agenda y construya a sus interlocutores.

Por último, y desde que me involucré en el movimiento, siempre comprendí que nuestro quehacer responde al esfuerzo de quienes nos precedieron. Lo que hoy tenemos es también resultado de nuestros sacrificios pasados y gestiones presentes de las cuales probablemente no veamos sus frutos inmediatos. En esto ha habido responsabilidad como coparticipación y no tan sólo dádivas del poder. Eso nunca lo debemos olvidar.

Pablo Marimán Quemenado (tercero de izquierda a derecha) durante el Seminario “Los velos de la violencia, reflexiones y experiencias étnicas y de género en Chile y Latino América”, organizado por la Cátedra Indígena de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile. 

 

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Martes 26 de septiembre de 2017

Texto y Fotos: Prensa Cátedra Indígena

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