María Emilia Tijoux, socióloga: “Es importante pensar en nosotros, en quiénes somos y en cuáles son nuestros orígenes”

Entrevista a María Emilia Tijoux. Socióloga, investigadora y docente en Departamento de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales; Coordinadora Núcleo de Investigación Sociología del Cuerpo y Emociones, Universidad de Chile

 

La académica del Departamento de Sociología de la Universidad de Chile nos relata el contexto actual en torno a la migración en Chile, las categorías que sustentan la xenofobia y el racismo, además del desconocimiento de nuestros orígenes.

 

¿Nos puede entregar detalles sobre el próximo curso de Migración en la plataforma UAbierta de la Universidad de Chile?

Agradezco a la universidad que me haya permitido participar de esta instancia. Es una oportunidad de mucha amplitud donde mucha gente estará participando. Por nuestra parte, estaremos llegando a un público mayor y comunicándonos directamente con la sociedad civil, con los interesados en la temática propuesta. Este curso que coordina el profesor Claudio Millacura tiene cuatro interesantes módulos que permiten, en lo que me atañe, ingresar a temas como el racismo y las migraciones contemporáneas, de modo coordinado con mis colegas. Es importante que nos preguntemos: ¿por qué a personas provenientes de países de nuestro continente se les trata mal? Dicho trato tiene relación con la xenofobia y el racismo. Un fenómeno social como las migraciones obedece al modo en que el capitalismo mueve sus hilos para explotar, desplazar y aniquilar a los sectores considerados más “diferentes” de la sociedad. Es un tema que como sociedad y como universidad pública nos convoca, porque efectivamente están llegando hace algunos años inmigrantes a Chile. Nuestro país aparece ante los ojos del mundo, como un país económicamente triunfador, un país seguro y esto lo convierte en un país atractivo para personas que buscan mejorar sus vidas. Un fenómeno social como las migraciones ha sido convertido en “problema” y no tendría porqué serlo. Un problema que es grave es el racismo, porque daña y discrimina racialmente a las personas. El racismo debiese ya ser un problema superado, sin embargo se sigue segregando a causa de “la raza”, a pesar que universalmente se ha declarado -por parte de la UNESCO- que las razas no existen.

En Chile la situación es complicada. Estamos ad portas de una nueva ley que muy probablemente está pensada en términos racistas, pues de lo contrario el gobierno nos habría respondido o habría considerado aquel proyecto donde tantos y tantas trabajaron. Hoy se hace necesario que develemos una historia de racismo y exclusión contra nuestros pueblos, una historia de segregación, castigo, persecución, militarización, demonización y maltrato; que ya no está solamente dirigido contra nuestros pueblos sino también hacia otros pueblos de Latinoamérica que llegan tratando de sobrevivir. Frente a esta situación los Estados tienen una responsabilidad muy grande, tanto del país del cual los inmigrantes se van -o huyen- como el país al que llegan. Temo que la ley que llegará estará repleta de la categoría “raza”, que fue muy difundida en la Antropología del siglo XIX donde se señala que hay seres inferiores y superiores y que permitió un proceso de esclavitud y de compra venta de africanos que fueron usados como esclavos y a los cuales se les arrebató la humanidad. Hoy, con la migración de Colombia, República Dominicana o Haití, vemos a los chilenos despreciar, insultar y rechazar a las personas, pero también explotarlas y abusar cuando necesitan ganar algo de dinero. A veces no les pagan y los amenazan. Parece que de cierto modo “vuelve la esclavitud”. Lo digo entre comillas porque es una afirmación muy dura, pero la gente trabaja en condiciones miserables, viven en lugares infrahumanos, se les acusa de infectar con enfermedades, etc. Es muy cruel observar estas situaciones en una sociedad que en teoría “está avanzada”.

 

Esta representación de un Chile europeo y próspero en lo económico, el desconocimiento de nuestros orígenes indígenas y mestizos, ¿puede ser una causal de xenofobia? ¿Será el reconocimiento de comunidades indígenas una medida que repercute en el freno de la xenofobia?

Se ha intentado separar estos temas. En primer lugar la cuestión de la “blancura” es una historia de la constitución del Estado-Nación, no todos los chilenos lo saben. Se nos ha enseñado una historia dominante que deja de lado todo el aplastamiento a nuestros pueblos, por ejemplo de lo que ocurrió cuando se buscaba “blanquear la raza” y conquistar los territorios del sur. Fue una época en que también hubo inmigración hacia Chile, solo que ésta fue planeada por el Estado y por eso no se veía como “problema”. Llegaron de Europa y fueron apoyados por el gobierno de la época para que vivieran al sur de Chile, “que tanto se parecía a Europa” como señalara Vicente Pérez Rosales. Se quería borrar la figura del “indio”, entonces el “blanqueamiento” tenía relación con un proceso de “pacificación” que suponía domesticar, aniquilar, aplastar. Son momentos históricos y sociales muy potentes que perduran hasta nuestros días, donde gente de nuestros pueblos, de sectores empobrecidos, también discriminan a quienes llegan de afuera. Pero no a todos. Solo a quienes representan la pobreza: pueblos indígenas y personas negras son castigadas en Chile. Tal vez hay una “chilenidad” que debiéramos examinar con más cuidado.

Cuando llega un extranjero pobre, que no viene como turista o como becado o contratado por una empresa, es agraviado. Los inmigrantes haitianos son actualmente sujetos atacados. Los temores de la sociedad chilena frente a sus problemas parecen instalarse sobre ellos. Nadie se detiene en su historia, en la riqueza de su cultura, en la lucha contra la esclavitud y el triunfo de ese pueblo en ese marco. Ante lo que ocurre más que nunca debiesen plantearse políticas de solidaridad, de reflexión, de educación y de comprensión hacia los demás. Es importante pensar en nosotros, en quiénes somos y en cuáles son nuestros orígenes. Poco sabemos de nosotros mismos. Y creernos blancos, a partir de tanta equivocación nos hace olvidar nuestra propia historia, buscando parecernos al europeo o norteamericano.

 

¿La xenofobia y el racismo son conceptos que se han ido replicando por el sistema actual? ¿Corresponden a una forma de reforzar un sistema capitalista o son las consecuencias de ello?

Son dos conceptos que están atados. La xenofobia es el temor al otro y el racismo una ideología que se advierte en prácticas y en discursos. Pero hay racismo en el Estado y este permite mantenerlo y hasta reforzarlo. Nada más útil que hacer una apología de la “diferencia” y mantener a la sociedad dividida, haciendo funcionar el odio o el desprecio sobre determinadas comunidades. Es más provechoso mantener la absurda división entre superiores e inferiores, blancos y negros, buenos y malos, borrachos y no borrachos, trabajadores y flojos y así cruzar la “raza” con la clase y con el género. Hay que tener una visión más cautelosa, porque estas categorías tienen sentido en si mismas para examinar los fenómenos. Ha sido difícil que se considere el racismo contra los inmigrantes y se lo piense como lo que ha sido: una constante contra nuestros pueblos. Porque el racismo no es algo nuevo. Ha permanecido mucho tiempo en nuestra historia y en toda la historia de América Latina.

 

Los sistemas públicos como trabajo, salud y educación, ¿están preparados para la llegada de los migrantes, no solo en trato sino también desde las estructuras?

Un país que tiene claro lo que ocurre en el mundo cuando hay desplazamientos de personas; que tiene instituciones que funcionan considerando a sus ciudadanos y respetando sus vidas, no tendría por qué asustarse de la llegada de inmigrantes. Pero nuestros servicios públicos son malos y denigran. A cualquier persona que tenga una urgencia y deba esperar en el suelo una atención por falta de camillas, sea inmigrante, sea chileno. Porque es una persona y eso es lo que cuenta. Cuando hay personas a las que se quita esa calidad humana –de personas- y se les trata como cosas o como animales, se les apunta con el dedo para acusarlas de nuestras desgracias. Pero la responsabilidad no es de ellos, es de quienes nos roban la vida, a lo mejor entre ellos hay extranjeros, pero no son inmigrantes. Solo son capitalistas.

Además la inmigración hasta los noventa, no era una prioridad. ¿Qué inmigrante venía a Chile en los ochenta o a mediados de los setenta a residir al país por las causas que ya hemos señalado? Vinieron extranjeros, pero con otros objetivos, por ejemplo a dar clases de tortura. Después a invertir. O contratados por grandes empresas. Nadie dijo nunca que estos extranjeros eran “inmigrantes” ni que venían a “quitar el trabajo”.

 

¿Se han tomado las medidas necesarias para frenar la xenofobia? ¿Es sólo una tarea del Estado o debe ser fortalecida por movimientos sociales?

Si existiese una buena ley migratoria, frenaría el racismo, prohibiría su apología, no dejaría que la xenofobia aumentara. Pero no basta con una ley, es necesario reforzar la educación y mostrar que hay otras historias, otras sociedades, otras culturas. El sentido común chileno está repleto de racismo mucho antes de la llegada de los inmigrantes. Está en la vida cotidiana, en refranes, en dichos, canciones, burlas, insultos que se han naturalizado. Porque decir que alguien “se le sale el indio” o “se le para la pluma”, “le dio la indiada”, parece no sorprender de tanto que se han repetido a través de los años. Trabajar como “negro” o como “chino” o ser “chola” como insulto, es una realidad tangible y cotidiana. ¿Quién nos enseña en el colegio las otras culturas? ¿Quién nos enseña otro modo de construir al mundo?. Es como si viviéramos en una isla solitaria. Afortunadamente con los inmigrantes aprendemos de otras historias, conocemos más allá de nuestras fronteras. Ellos nos abren puertas, nos sonríen, nos invitan, nos disculpan. Hay mucho por hacer todavía para salir de este rincón chileno que aún desconocemos.

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Jueves 10 de agosto de 2017

 

Texto: Prensa Cátedra Indígena

Fotos: gentileza María Emilia Tijoux, Núcleo de Investigación Sociología del Cuerpo y Emociones, Universidad de Chile

 

 

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