Francisco Peña : “La crisis climática es más bien una crisis de equidad en la distribución del agua”
Francisco Peña De Paz, antropólogo y Doctor en Ciencias Sociales, es parte del equipo de “Equidad, culturas y políticas del agua”, un área que se dedica al tema desde una perspectiva multidisciplinaria en El Colegio San Luis de México, donde además coordina el Doctorado en Ciencias Sociales.
En una de sus visitas a Chile participó en el conversatorio “El agua, el barro y el territorio: Conversación sobre género, etnicidades y medio ambiente”, organizado por la Cátedra Indígena y la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, instancia en la que dio una entrevista a la Cátedra Indígena.
“La crisis climática es más bien una crisis de equidad en la distribución del agua, lo que hay es poca democracia en la distribución del agua, más que venganza planetaria”, explica Peña.
Respecto a los proyectos que pretenden llevar agua de un territorio a otro, en el caso de Chile como la Carretera Hídrica plantea que “ningún pueblo indígena pensaría que hay que hacer ortopedia planetaria, no pensarían teóricamente llevar agua hacia algún lugar donde no la hay, ¿pero realmente es esa la finalidad? ¿darle de tomar al sediento? La verdad es que no, la mueven para acercar el agua donde se están desarrollando los grandes negocios, porque si alguien me dice que en Atacama no hay agua, yo le digo que miente, lo que sucede es que el agua fundamental-que es el agua subterránea- se está dedicando a la minería”.
Por Paula Huenchumil Jerez.
-¿Cuál es la situación actual del agua en México?
Afortunadamente en México nos quedamos a medio camino al neoliberalismo completo, porque íbamos rumbo a eso. En términos del agua, constitucionalmente no es un bien público, sino un bien nacional, es decir, no pertenece al Estado, sino que pertenece a la nación organizada. Por ejemplo, se puede dar el caso de que una comunidad indígena pueda demandar intervención en la administración de esa agua, el motivo constitucional de fondo es que nunca pudieron reformar la constitución para convertir el agua en un bien que pudiera entenderse como propiedad individual, no se pueden dar títulos de propiedad de agua a alguien, solo se dar concesiones o asignaciones para un uso de utilidad de pública, pero el Estado en cualquier momento puede retirar esa concesión, lo cual en Chile no se puede ser. Pero en la realidad política sí hay un proceso de privatización de agua que esperamos que se corte.
-¿Qué sucede con los pueblos indígenas en México respecto al uso y administración del agua?
A la hipótesis hidráulica una de las cosas que se le opone ahora son los regantes auto-organizados, es decir, en contra de lo que opinaba Wittfogel- que todos los regantes requieren de alguien que los dirija- lo que hoy se ha demostrado es que los regantes en particular pueden auto-organizarse y los que más claramente lo demuestran son los regantes indígenas porque tienen como base para organizarse es la comunidad.
En el caso mexicano eso sucede muy claramente en las regiones indígenas, en ese manejo es muy importante las prácticas que hacen pero también sus concepciones. En uno de los artículos en lo que trabajé, una de las cosas que se destaca es que las poblaciones originarias manejan el agua siempre considerando que el agua no es un bien económico, es un bien sagrado, algo que está más allá del mercado.
Por ejemplo, las aguas subterráneas, si ensucias los pozos del vecino, siempre hay un animal, como un dragón o animal que protege esas fuentes o sirenas. Es decir, si alguien abusa del uso de esas aguas, puede ser encantado y llevado a precipitar adentro del pozo.
También tenemos el ejemplo de la figura de la serpiente asociada como una metáfora del agua, pueden haber culebras de aguas que se mueven subterráneamente o culebras que caen del cielo.
-Usted es uno de los coautores del libro “Agronegocios y concentración de agua en América Latina. ¿Alimentos, abundancia, desarrollo? ¿Cuáles fueron las principales conclusiones de este estudio?
Ese trabajo se dio con un equipo que trabaja conjuntamente llamado Justicia Hídrica. Ahí pudimos observar que el agua concentrada para la minería o para mover centrales, hidroeléctricas, resulta rápidamente vista como algo malo, sobre todo la minería. Pero no es el caso del agua para la agricultura, puesto que da la impresión que es un “agua verde”. Es decir, lo que trata de demostrar el trabajo es que no confundamos agricultura con alimentos, porque es posible perfectamente tratar algunas cosas como si fueran agricultura, por ejemplo, plantaciones forestales, o el cultivo para biocombustibles.
En los lugares donde se producen cosas para comer, lo importante no es comer, es aumentar el capital. Puede ser que un chileno no coma en todo el año palta, porque está cara además, pero toda el agua se va para eso, porque solo le importa que le paguen a un precio que le permita altos rendimientos.
Está documentado que cada año se puede llegar a tirar al mar o quemar entre el 30 y el 40% de alimentos producidos en el mundo, con tal de mantener los precios. Los grandes agricultores ponen los precios del mercado mundial, entonces generan escasez alimentaria ficticia para poder vender con alta rentabilidad sus productos, incluso aunque tengan que destruir o tirar.

Lo último que dice es que en nuestros países nos ha vendido la idea de que la agricultura desarrollada es la agricultura de agronegocios y no la agricultura que proporciona alimentos. Tenemos ejemplos, como el aceite de palma, el plátano u otros frutales de exportación como la piña que ahora está deforestando Costa Rica, o la misma palta ¿Cuál es la lógica? Que nosotros vendemos esos alimentos y obtenemos divisas internacionales. Lo que nosotros mostramos en el libro-porque viene acompañado de cinco casos- es que por ejemplo, vendemos un alimento y con eso vamos a comprar el trigo o el maíz que lo que realmente comemos, e incluso esos alimentos los compramos muy caros.
-¿Este modelo se repiten a lo largo de Latinoamérica?
En todos los territorios de latinoamérica se repite. Cuando el Estado va a destinar dinero para mejorar la agricultura, ese dinero se le da a los productores de palta o banana y se las paga para que aumente su capacidad de uso de agua. Por ejemplo, con tecnificación del riego, lo que consiguen es tener más agua que no se ahorra, lo que hacen es ampliar la superficie de producción, porque de los que se trata es de aumentar la rentabilidad. Dicha investigación tomó tres temas, la agricultura, la minera y las hidroeléctricas.
-En Chile la Corporación Reguemos Chile del empresario Juan Sutil, está impulsado un proyecto denominado Carretera Hídrica, el cual llevaría agua desde el Bío-Bío hasta Atacama, lo que ha generado rechazo de las comunidades mapuche-pehuenche de la zona, ¿qué opinión tiene acerca de estos proyectos que buscan trasladar agua?
En esta política liberal, capitalista, una de las cosas que se diferencia con los pueblos indígenas, es que ellos la consideran una creación perfecta. Mientras que la lógica capitalista dice que el planeta es imperfecto y que hay que arreglarlo.
En el norte de México llueve menos que en el sur, en Chile el panorama es semejante. Ningún pueblo indígena pensaría que hay que hacer ortopedia planetaria, no pensarían teóricamente llevar agua hacia algún lugar donde no la hay, ¿pero realmente es esa la finalidad? ¿darle de tomar al sediento? La verdad es que no, la mueven para acercar el agua donde se están desarrollando los grandes negocios, porque si alguien me dice que en Atacama no hay agua, yo le digo que miente, lo que sucede es que el agua fundamental-que es el agua subterránea- se está dedicando a la minería.
Nosotros tenemos un ejemplo, el Acueducto Monterrey VI, que pretendía-porque no sabemos si se va a hacer porque la gente se opuso- llevar agua desde una zona lluviosa donde hay pueblos indígenas hasta Monterrey para fines industriales, y todo indica que también para explotación de combustibles. De unos 380 kilómetros.
Mientras los indígenas consideran el mundo perfecto, nosotros los destruimos, esta lógica plantea que el mundo está mal organizado en términos de agua y que hay que hacerle una ortopedia social, lo que otros científicos llaman biodiversidad o diversidad ambiental, los neoliberales del agua lo llaman escasez.
-¿Por qué cree que recientemente los medios de comunicación hablan acerca de la crisis ambiental?
Creo que recién se está hablando en los medios de comunicación. Una parte importante, sin duda, es motivada por intereses legítimos de los afectados. Fui al Maule y ahí la gente está dejando de cultivar la mitad de su tierra para que con el agua que dispone le alcance para la otra mitad.
Pero también existen algunos interesados gritan más fuerte que hay crisis climática o crisis ambiental, ¿por qué razón? Porque quisieran aturdirnos para que les aceptemos cualquier cosa, como por ejemplo, la Carretera Hídrica.
Si hicieran este proyecto y vamos 20 años después, el agua llegó, pero quienes lo recibieron no era ninguno de los que se moría de sed, sino que habría nueva producción de litio, cobre, incluso agroexportación, porque mucha de la agroexportación se hace en zonas secas. Y en ese tipo de terrenos se quiere responsabilizar a la naturaleza de algo que es responsabilidad de algunos de los que gritan, como algunos empresarios o políticos.
Para resumir, la crisis climática es más bien una crisis de equidad en la distribución del agua, lo que hay es poca democracia en la distribución del agua, más que venganza planetaria.
Si se corrigiera el método de administración constitucional del agua en Chile, enfrentar modificaciones atmosféricas-que sin duda la habrá y siempre han habido- sería más posible si no hubiese esa carga tan pesada de intereses comerciales, industriales, agrícolas, y mineros especialmente. En el Salar de Atacama hay un negocio clarísimo de las mineras.
-¿Cómo podrían mejorar estos modelos de producción para tener menos impacto ambiental, o la solución sería terminar con ellos?
Los modelos actuales no arreglan nada, le damos muchos dineros público a esas cosas, a las mineras, hidroeléctricas, y agricultura de exportación les gusta mucho este concepto de “fomento” y en términos de apoyo a un país, pensemos ¿Es Chile un país autosuficiente y bien alimentado? No, claro que sí se produce, pero es para obtener divisas que van a los negocios, no a la gente.
Parecen que son “negocios verde” y lo que están están haciendo es extractivismo. Son parte constitutiva del modelo que nos ha llevado a la situación en la que estamos. Nuestros países se han convertido en exportadores de agua virtual, porque en cada palta que ustedes mandan, hay un volumen de agua que va en la fruta como humedad, pero lo que ustedes mandan es mucha más agua, que es el agua con la que se alimentó a la plantación.
-Finalmente, ¿ha podido ver lo que sucede con el agua en Chile?
En los que estudiamos agua, el caso chileno quizás es el ejemplo más nítido de cómo un bien común, se convierte totalmente en lo opuesto, en un bien privatizado, privatizador y privatizable. De tal manera que solo contabiliza la rentabilidad. Nos enseña a lo que puede llegar la irracionalidad, la ambición comercial e industrial, extractivista es lo mejor decir. Pero a la vez, en Chile también tenemos ejemplos de muchas resistencias de las comunidades indígenas, como la resistencia mapuche, es una lucha por el agua, contra la condición privatizable.
Cuando fui al norte hace unos años atrás estuve con unas mujeres diaguitas que resisten ante una empresa que quería utilizar la laguna que utilizan como abastecimiento de su población para depositar ahí los relaves mineros y a ellos construirle unos pequeños estanques en otro lugar.
También fui con el profesor Rolf Foerster al lugar donde estaba la casa de las hermanas Quinterman que se oponían a Ralco. Este modelo privatizador se impuso no sin grandes luchas, han sido muy heroicas las personas que se opusieron y oponen a esa mirada.