Cristián Lagos, antropólogo: “El problema de la lengua indígena no es lingüístico, es político”

El Antropólogo Social por la Universidad de Chile, Magister en Lingüística, mención Lengua Española por la Universidad de Chile y Doctor en Filosofía Hispánica por la Universidad de Valladolid, cuenta con una amplia experiencia académica en las áreas de Lingüística estructural y etnolingüística. Colaborador permanente de la Cátedra Indígena, nos habla sobre la importancia de las lenguas indígenas y la necesidad de revitalizar y/o estandarizar su uso en un escenario adverso.

 

 

¿Cuál es el contexto actual de las lenguas indígenas en Chile?

En el escenario actual de las lenguas en Chile, hay algunas que se consideran con vitalidad, a pesar de ser un concepto totalmente discutible en el contexto de la Lingüística, y otras como lenguas muertas. Esta última categoría podría discutirse desde lo antropológico, lingüístico y también político. Hay lenguas que se considera que no cuentan con hablantes, por lo que podrían ser catalogadas como “muertas”, como pueden ser el kunza, kakán, chono y chango. Si embargo, esta categoría de “muerta” es más bien relativa, pues parte de una analogía entre las lenguas y los organismos vivos que no es real, pues las lenguas son productos vinculados 100% con los sujetos y comunidades que las hablan. Es una categoría que incomoda, en tanto rotular a alguna como “muerta” es como decir “esas lenguas están olvidadas y no hagamos nada por ellas”. Así, hay otras lenguas que se considera que tampoco cuentan con hablantes, pero hay gente que dice hablarlas y que intentan recuperarlas y reconstruirlas, como ocurre con la lengua selkman en Chile. Por esto, lingüistas y antropólogos han levantado la categoría de lenguas “dormidas”, que restablece el carácter dinámico de las lenguas y la autoridad y protagonismo a los hablantes y sus comunidades. Otro caso es la lengua yamana, que los especialistas consideran que está en vías de “desaparecer”.

Volviendo al escenario de las lenguas indígenas en el país, por otra parte, hay lenguas consideradas como aún con “vitalidad”, que cuentan con hablantes y uso en la sociedad actual, son lenguas como vananga rapa nui, el aymara y el mapudungun. A ellas se suma el kaweskar, aunque con menor número de hablantes.

Estas lenguas, así como todas las demás lenguas indígenas en América, son lenguas que han estado históricamente, más que en una situación de “contacto lingüístico”, como la Lingüística suele catalogarlo, en un permanente conflicto con las lenguas hegemónicas. En Chile, el contacto y conflicto lingüístico con la lengua española como lengua hegemónica, representante del poder político, militar, económico y religioso; se ha caracterizado por el intento permanente de ocupar sus espacios y de manera planificada minorizar las lenguas indígenas. Y de manera no declarada, el español sigue intentando ocupar sus espacios. Así, las lenguas originarias siempre han estado en esta tensión constante de resistencia, por eso se dice que están en un proceso histórico de desplazamiento lingüístico, en tanto sus funciones están siendo amenazadas al igual que los grupos que las hablan.

¿Las lenguas indígenas necesitan ser definidas por un sistema como la Real Academia Española? ¿Es necesaria la estandarización de lenguas?

La idea de la estandarización en las lenguas, el establecimiento de una norma suprasocial y suprarregional, tiene que ver con un proyecto histórico y, por lo tanto, una idea que no es universal ni necesaria. Promoverla, es suponer que es una condición indispensable, un paso necesario para todas las lenguas que quieren existir en el mundo actual y ser enseñadas y promovidas. Sin embargo, la noción del estándar asociado a la lengua es una creación histórica de ciertos grupos de personas que claramente han tenido el poder de hacerla parecer necesaria. El estándar de una lengua tiene que ver con el proyecto de Estado-Nación donde lo que tiene que primar es la unidad para cumplir con la regla de “una lengua, una nación”. Hoy si vamos a la página web de Ethnologue, el órgano de publicación del Instituto Lingüístico de Verano (SIL), un organismo que se dedica a dar una radiografía de las lenguas del mundo, se encuentra que unas de las cualidades de debe tener una lengua “desarrollada” es tener una norma estándar como condición necesaria, además de la propia escritura. Frente a este carácter imperioso, es claro que muchos de los que trabajan con lenguas indígenas tienen esa necesidad. Asumir eso implica asumir una posición de cuál debe ser el destino de las lenguas y a qué lenguas deben parecerse. Más allá de ponerse de acuerdo sobre los estándares, hay que tener claro si yo deposito mi esfuerzo en estandarizar la lengua, estoy haciéndome parte de ese proyecto histórico.

Cuando se observa el tema de la estandarización como algo necesario, hay que pensar que las lenguas en su historia han existido casi siempre sin necesidad del estándar, tal como es concebido post instalación de los Estado-Nación. Se asocia al estándar con una construcción política y eso tendría algo más de 250 años, una cifra ínfima en comparación con el hecho de que el lenguaje humano y las lenguas en el mundo llevan más de un millón de años de existencia. Pensar que las lenguas sin estándar estarían en caos, que es lo que se intenta con esta noción, y que es condición para para enseñarlas y preservarlas, es algo siempre relativo y, por lo menos, discutible. Las lenguas existen y se desarrollan, y las personas nos comunicamos y nos entendemos, sin estas normas suprarregionales y suprasociales, que siempre son construcciones políticas. Cuando se piensa en implementar eso en las lenguas indígenas, hay que tener en claro que un grupo tiene el poder para erigirlo en el canon. De esta manera, el estándar no es democrático ni a favor de la diversidad.

Cristián Lagos (primero de izquierda a derecha) durante la realización de nuestro cuarto Taller de Epistemología.

 

¿Se puede aplicar el estándar en las lenguas que están dormidas como método de rescate?

La historia humana muestra que el estándar es una invención no necesaria y de alguna manera el rescate de una lengua tiene que ver con las comunidades que la hablan. Si éstas asumen que el estándar es lo correcto, está bien, si asumen que no y prefieren solo hablarla también está bien. Ahora bien, desde mi modo de ver no creo que el estándar sea la solución para que las lenguas se revitalicen o vuelvan a emerger. Si las colectividades las quieren hablar lo harán sea como sea. La solución no es técnica ni “lingüística”, porque cuando se piensa que estándar entrega un mejor cauce eso probablemente se explica porque se observa al lenguaje y las lenguas desde una óptica eurocéntrica, una visión racionalista, eurocéntrica de las lenguas, que no tiene que ver, necesariamente, con las lógicas indígenas. Las comunidades indígenas debiesen de plantearse si eso dialoga con sus visiones de la lengua y de la realidad. En tal sentido, debemos entender siempre que el problema de las lenguas indígenas no es lingüístico, es político. Y desde lo político vamos a las representaciones que las personas tienen respecto de sus lenguas, que hacen que las hablen o no. Eso es lo central.

¿Por qué la lengua puede ser un mecanismo útil de represión social desde su enseñanza en las escuelas?

Cuando aprendemos una lengua como el español o inglés, se nos ha hecho creer, y lo creemos así, que estamos aprendiendo un sistema o código de signos. Pero en rigor, hablar la lengua, usándola en ciertos contextos, siempre es un acto político. Por lo mismo, al enseñar una lengua, se enseña una determinada variedad tomando una posición política. Si enseño inglés ¿es inglés estándar o británico o americano? Cada una de esas variantes supone una cierta hegemonía. Por ejemplo, con el inglés británico, usualmente se opta por la variedad rp (received pronunciation), que es la variedad asociada al habla de la monarquía y las clases altas de Londres, y no lo habla el común de las personas. Si hablo de inglés americano, no es el que se habla en todos lados, sino que lo que se considera un estándar es el GA, General American, hablado por gente blanca, de la costa oeste y de situación acomodada. Lo mismo ocurre en el español de Chile, para el cual el MINEDUC entiende a la llamada variedad “culta” como la esperada, una suerte de estándar, una variedad coincidentemente asociada a las clases altas, urbanas y educadas del país. Así, en general, la noción del estándar de una lengua siempre está estrechamente asociada a una variedad urbana, idealmente capital, de una clase socioeconómica alta, con educación universitaria y con estatus político, económico, religioso, etc. Así, cuando se aprende esto, en la escuela, los medios de comunicación o en los productos culturales generados por las Academias de la Lengua, creemos que es un sistema neutro, pero en realidad no lo es. Es algo que un grupo decidió que era lo adecuado y que no es otra cosa que la proyección de los hábitos de clase ese grupo.

Tal como lo decía, con el español es lo mismo, lo que se enseña es la variedad llamada “culta”, un español de un sector muy minoritario que lo habla en Chile, hablado por una clase acomodada con estudios superiores. En términos cuantitativos, en Chile al menos, no es a variedad de español que más se habla. A mi se me impone una imagen de la lengua, que no es la que hablo en mi casa o en mi barrio y la muestran como un versión deformada, desviada, cuando en realidad es igual de válida. De esta manera, la noción del estándar en la lengua emerge como un mecanismo de uniformación y control social, una verdadera muestra de clasismo encubierto con racionalidad académica y científica. De la mano de instituciones de control social como las academias de la lengua, y la reproducción de su discurso en la escuela y la educación superior, lo que se logra es la estigmatización de variedades totalmente legitimas de uso de la lengua y, claramente, es una fuente de discriminación hacia lo que solo es diferente. Ese es el trasfondo político del estándar y la estandarización, una cuestión que no se debe obviar, sobre todo cuando se pretende aplicar a las lenguas indígenas. No hay que olvidar, por ejemplo, que mapuche, rapa nui y aymara cuentan con Academias de la Lengua desarrolladas por las mismas comunidades. Las lenguas son fenómenos situados, social, cultural, económica y políticamente, por lo que no son entidades neutras. Eso es algo que nunca debe perderse de vista.

Las implicancias de lo anterior en el ámbito educacional son evidentes y serias, pues se naturaliza una visión acerca del lenguaje y las lenguas que es totalmente sesgada y reproduce inequidades, en un país como Chile, ampliamente desigual, a lo que se agrega esta dimensión lingüística. Si tomamos, por ejemplo, lo que ve un escolar en un subsector del curriculum que se denomina “Lenguaje y Comunicación”, encontramos que allí solo se muestra una lengua, la lengua española. Nada se habla acerca de la diversidad de la ecología lingüística en el país ni mucho menos acerca de las lenguas indígenas. Así, un estudiante puede salir de cuarto medio y después de 12 o más años de instrucción escolar, creer que en Chile solo se habla español, sin una consideración amplia de lo que son las lenguas en Chile, como las lenguas indígenas, para poder horizontalizar la visión de las lenguas.

Las elites políticas y económicas del país proyectan sus hábitos lingüísticos en todo el resto y nos sancionan cuando no hablamos acorde a una determinada manera. Esto también se replica en formas de vestir u otros actos que no son los establecidos. Esta visión política del lenguaje se le puede comparar con el Derecho, los cuerpos legales están hechos por esta misma elite económica y que sancionan las acciones que no corresponden con su mirada, con sus hábitos de clase, ahí la diferencia en cómo califican a los delitos económicos y los delitos comunes. Por eso, un delincuente con estudios superiores tiene menos posibilidades de ir a la cárcel al cometer un delito. O sea, hasta para robar hay inequidad. Esa selección política también se encuentra en el lenguaje.

¿Cuáles son los desafíos y obstáculos para implementar una Planificación Lingüística para las lenguas indígenas?

Primero hay que tener claro que la Planificación Lingüística, al igual que el estándar, es un invento de los lingüistas europeos y americanos para regular la ecología de lenguas diversas en el mundo y, en particular, la diversidad aportada por las lenguas indígenas. En su definición original, se asumía como una tarea totalmente vertical, normativa y basada en una concepción colonialista y homogénea de las lenguas y las comunidades lingüísticas, entendiendo a la heterogeneidad, la diversidad, como un problema que debía resolverse a través de la creación de grafemarios, diccionarios, gramáticas, etc. Ya ese sólo hecho debe llevarnos a sospechar de la aplicación del concepto de buenas a primeras. Es un acto muy vertical porque el lingüista o planificador decida que acciones tomar para regular las lenguas en términos heterogéneos o hacer cosas formales como un diccionario, gramática u ortografía. Frente a esta concepción, con el tiempo afortunadamente han aparecido autores que plantean que si vemos a la Planificación Lingüística como una toma de decisiones para afectar la conducta de quienes hablan una lengua, se ha constatado que este actuar no es neutral como se pensaba inicialmente. Nunca es neutral ni una toma decisiones desde un punto de vista técnico. La Planificación Lingüística no es neutra y obedece a los intereses de los grupos que la hacen. Por eso hay que tener claro los determinantes de quienes construyen esta planificación, quién lo hace y para qué.

Teniendo esto como una base, en las lenguas indígenas, se entiende que la Planificación Lingüística puede ser un aporte para revitalizarlas, tomar decisiones de quienes hablan la lenguas o están en un determinado contexto, de modo tal que nativos o hablantes de esa lengua la hablen, la promuevan, la aprendan o enseñen, etc.. La Planificación Lingüística se entiende como una actividad que puede implicar decisiones en distintos niveles, por ejemplo, el nivel de corpus, relacionado con la elaboración de productos tales como diccionarios, grafemarios, gramáticas, etc.; de enseñanza, de estatus y prestigio de la lengua. En cada uno de estos niveles se pueden realizar tareas que apunten a promover o generar espacios de uso y desarrollo de lenguas como las indígenas. En Chile, la actividad históricamente se ha centrado un trabajo de corpus, con mucho énfasis en la creación de grafemarios, como un punto de partida para que las lenguas se revitalicen. Ello se explica por la influencia de la tradición lingüística eurocéntrica que ha predominado también en la formación de intelectuales o líderes indígenas vinculados con el tema. Lo que también se corresponde con, desde la dimensión política de las lenguas y el lenguaje que mencionábamos anteriormente, la creencia de que la escritura es el punto de llegada para todas las lenguas, en el sentido de que si no se escriben no existen, lo cual es, por lo menos, discutible.

Otra acción que se ha tomado es la instalación de Academias de la Lengua, que tiende a planificar y promover en el material de corpus y participando en la enseñanza. En el caso de los mapuches y aymaras hay varios ejemplos. Esta idea tiene un sesgo de imitar a la Real Academia Española, RAE, asegurando que las lenguas puedan existir, siempre recordando que el trabajo en las lenguas nunca es neutro y que corresponde al interés de grupos que tienen en poder suficiente como para instalar su visión acerca del lenguaje y las lenguas como el esperado o verdadero. Así como antes hablábamos de que la historia humana y de las lenguas muestra que la estandarización no es más que un proyecto histórico, contingente y político, lo mismo puede decirse de las academias como garantía de “desarrollo” y vigencia de la lengua: las academias y sobre todo el referente de la RAE y sus correspondientes en los distintos países americanos, son solamente agencias de control social y no guardan ninguna relación con la realidad de las lenguas y sus hablantes. Existen con total independencia de lo que las elites que las conforman puedan decir o hacer. Adicionalmente, al ser muchas de estas acciones de planificación, tales como grafemarios y academias de la lengua indígena, promovidas y financiadas por el Estado, de manera implícita también van perpetuando la relación clientelista con el Estado chileno, una estrategia que ha promovido como modelo de resolución de conflictos con el mundo indígena.

Una tercera esfera de acción, aunque no corresponda a una actividad de planificación lingüística explicita, debemos también aludir al Programa de Educación Intercultural Bilingüe, una estrategia de educación compensatoria que se ha presentado como una forma de rescate de lenguas, ampliamente cuestionada en cuanto a sus reales efectos en la revitalización lingüística de las lenguas indígenas. Al contrario, parece, tal como se le ha concebido desde su origen, una iniciativa que segrega aún más los contenidos y lenguas indígenas, es una educación para indígenas, consolida su estigmatización y está lejos de alcanzar su objetivo de “bilingüe”. Esto, no obstante MINEDUC, consciente de lo anterior, está en una fase de reorientación del programa apuntando a cambiar su hoja de ruta.

Así, en general hay una mixtura de acciones tomadas por el Estado. CONADI ha promovido la generación de grafemarios, la instalación de academias, y el Ministerio de Educación promueve la Educación Intercultural Bilingüe, en instancias en las que a mi juicio muchas veces también se ha incorporado, además de los supuestos de una Lingüística colonial y eurocéntrica, ahí las comunidades tendrán que evaluar cuánto de ella se acopla a su historia y reivindicaciones, y cuánto de ellas son sinérgicas con los principios básicos del clientelismo con que el Estado se vincula con el mundo indígena y la lógica de la división y competencia entre los actores sociales indígenas, como estrategias para disolver y mengüar su lucha política.

Todas las anteriores formas de planificación pueden asociarse a la concepción más bien vertical de la misma, top down, tal como se le denomina en la literatura, pero hay otras instancias de planificación que surgen de forma local o espontánea, catalogadas como buttom up en la literatura, que suelen ser las más interesantes y con mejores y reales resultados, tales como algunos talleres de lengua generados en entornos comunitarios no académicos o los Internados Lingüísticos en Mapudungun. También en este grupo, incluiría la idea en municipios como Padre Las Casas o Galvarino de instalar mapudugun como lengua oficial. Esta medida apunta a un nivel de planificación de prestigio y estatus que intenta equilibrar la cancha con la hegemonía del español y lengua indígena como lengua que está presente en trámites públicos, escuelas, calles, etc. Son, creo yo, iniciativas a las que habría que prestar atención y apoyo.

En el sitio de Memoria Chilena se encuentran diversos documentos de registros de lenguas indígenas a principios del siglo pasado. Click en la imagen para ver el texto. 

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Jueves 12 de octubre de 2017

Texto y Fotos: Prensa Cátedra Indígena

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