
Carolina Herrera, meica diaguita: “Esto es una resistencia al olvido”
Carolina Herrera Rojas (53), nació en La Serena y vive en Coquimbo hace 15 años. Es la mayor de tres hermanos y es madre de tres hijos. Trabaja en temáticas de revalorización de los pueblos indígenas, investigando sobre diversos utensilios como las piedras chancoanas y las de moliendas, indaga acerca del patrimonio inmaterial de los bailes chinos y el patrimonio alimentario diaguita. Heredó el rango espiritual de su bisabuelo. “Fue mi abuela quien me dijo que tenía el don para realizar la labor de meica, una sanadora”.
Según el Censo de 2017, 88.474 personas se autoidentifican como diaguitas, siendo el tercer grupo indígena más numeroso tras el pueblo mapuche y aymara en Chile. Sin embargo, Carolina Herrera es crítica al señalar que hasta la actualidad existen certificaciones estancadas. “Estamos esperando hace dos años que se reconozcan 200 apellidos diaguitas, porque muchos fueron castellanizados por las encomiendas. Se hace un trabajo muy exhaustivo de parte de investigadores, pero seguimos esperando”.
Por Paula Huenchumil Jerez
¿Cómo se construye la identidad diaguita?
La identidad diaguita es un proceso profundo de la memoria de nuestro pueblo. Hay una herencia y hay un linaje que no todos pueden ver o entender. Esto es un proceso de autoaprendizaje, un autoreconocimiento.
El autoreconocerse como diaguita es un camino muy sensible. Muy sensible a la memoria de esta tierra y lo que conllevan sus manifestaciones. Es una identidad que ha sido traslapada e invisibilizada por algunos historiadores, por los libros de educación, por la sociedad entera. Estamos en una reivindicación y resistencia, porque en el fondo esto es una resistencia: una resistencia al olvido.
¿Qué prácticas llevan a cabo para mantener esa resistencia?
Los diaguitas actualmente estamos organizados en conglomerados por decirlo así, soy presidenta de una Asociación Indígena y a su vez pertenecemos a una organización que se llama Consejo Nacional Diaguita, existen otras además similares.
El Consejo Nacional Diaguita se ha encargado de articular un orden de jerarquía, entonces hay un cacicazgo, hay cacicas y caciques, guías espirituales, meicas, personas preparadas del conocimiento antiguo. Al reconocerte en ese estado virtuoso de conexión cuerpo-espíritu, te sientes parte del todo, pero en la urbanidad andamos súper perdidos, porque los procesos urbanos son delimitantes, hay estructuras definidas, formatos en la educación, en el comportamiento, en el trabajo, que distan absolutamente de la memoria de nuestros ancestros que sentimos vivientes en nosotros mismos, ¿cómo lo vamos revitalizando? Recuperando nuestras manifestaciones, principalmente a través del arte.
Es sumamente maravilloso ver que se nos reconoce a través de la alfarería, de la cerámica, la belleza y la estética de un pueblo, pero hay mucho más que eso. Justamente los bailes chinos que son la parte sonora y ritual que también es una resistencia en términos de cosmovisión, una resistencia sonora, dulce, un soporte en este proceso de mestizaje. Se produce un sincretismo, porque los bailes chinos están dentro de cofradías de la Iglesia Católica, pero eso no quita su independencia en términos de música, un ritmo de nuestros abuelos. Cuando nos hemos juntado todos los chinos vemos un hilo conductor en el sonido, las flautas, los tambores y la devoción por lo que consideramos sagrado.
Cada zona también tiene su forma alimentaria de siembra y cosecha. También están los tejidos, en nuestro caso es el telar de palo plantado. Hay un soporte que hemos ido uniendo pedacito a pedacito para recuperar una memoria. Ese es el proceso de identidad que estamos viviendo y revitalizando hoy en día.
Y la recuperación de memoria, ¿incluye también la lengua?
Soy muy respetuosa con este tema, la lengua es una manifestación que no todos aceptan, porque en general los lingüistas, historiadores y gente experta en toponomia desconoce que la lengua kakán se revitaliza actualmente, pero para nosotros no hay absolutos, porque las lenguas se despiertan cuando se hablan. Entonces hay hablantes que conocen de la lengua y en nuestros grupos los hay. Se puede cuestionar la forma de cómo se habla, pero estas personas van y cruzan la cordillera y hablan en kakán con los hermanos diaguitas argentinos. Quizás para este lado de la cordillera, más aún en la región de Coquimbo, estamos en deuda con ese proceso, pero vamos reconociendo ciertas palabras que están registradas en los diccionarios de kakán.
Por ese mismo contexto, lo que hemos hecho es asumir las manifestaciones heredadas más fortalecidas, como la alfarería, la música, la cestería, el arte textilero, la pirquinería, la alimentación, la medicina de plantas y medicina partera que es muy potente. Mi abuela Lidia me dice en vida que yo había heredado el rango espiritual de ser meica, como su padre, como mi bisabuelo Tomás Villalobos Ugalde. Es muy fuerte vivir en la urbanidad con un sistema impuesto que niega ciertas capacidades, nadie te ha dicho lo que significa ser meica, yo misma comencé con mi proceso hace unos años para ver y entender una dimensión muy diferente.
¿Cuál es la principal lucha que tienen como pueblo?
Una lucha territorial. Luchamos porque se nos consigne y se declare como territorio diaguita desde los valles de Copiapó y el Aconcagua. Porque nuestros ancestros nacieron y murieron aquí.
¿Qué tipo de acciones están realizando para conseguir ese objetivo?
Estamos trabajando en una mesa multisectorial denominada Sitio El Olivar, es una mesa pública y privada con el Estado de Chile, con los representantes del gobierno, tenemos el apoyo de varias instituciones, cultores y artistas que están apoyando nuestra causa. Algo que nos inspira profundamente es el resguardo y salvaguarda del Sitio del Olivar.[1]
Pero hemos tenido una gestión poco fluida porque el Estado no tiene ningún interés en nuestra causa, ha detenido el proceso, la última reunión que tuvimos fue el 03 de enero.
Patrimonio Alimentario
Carolina Herrera comenta que su particularidad respecto al patrimonio alimentario es lo que se conoce como la “comida criaturera”, es decir, las cocinas para la crianza, una propuesta personal donde rinde homenaje a las abuelas que tuvieron varios hijos y lograron sobrevivir. “Hace 20 años empecé a recorrer y recordar lo que son las memorias de la cocina”.
Reconoce que el acercamiento a la alimentación ancestral nace por una necesidad económica. Heredó “la mano” de su abuela y hoy se siente responsable de preservar las comidas tradicionales diaguitas y preparaciones de comida mestiza.
En mayo de 2019 emprende el Seminario “Saberes y sabores matriarcales, territorios e identidad” en Andacollo, una instancia autogestionada que organizaron como Asociación Indígena Cultural ELKE y la Agrupación de Mujeres Emprendedoras de Andacollo AMAE, Carolina lo define como “un encuentro para reunir a mujeres y matriarcas de varios territorios, hablar y cocinar memorias, también saberes, donde tuvimos parteras, curanderas”. En dichas jornadas también participó la antropóloga social e integrante de la Cátedra Indígena, Alejandra Alvear, candidata a Doctora de Estudios Americanos, Universidad de Santiago de Chile, especialista en Antropología de la Alimentación y Patrimonio Alimentario.
Carolina, ¿cómo te acercaste a la cocina tradicional?
Hace 20 años empecé a reconocer lo que son las memorias de la cocina. Sinceramente por necesidad económica llegué a un proceso de valoración de mi herencia porque tenía que apoyar a mis cabros chicos para que pudiesen estudiar, finalmente eso se transforma en un amor profundo a la cocina tradicional.
También somos conscientes que hay alimentos que se han perdido por la industrialización, así que igualmente estamos en una resistencia alimentaria, de no perder esas memorias. Asimismo, hay un poquito de guerra con los chef porque muchas veces son máquinas de destrucción de la memoria alimentaria, toman una receta, la transfiguran y la hacen propia y se olvidan de la abuelita que la preparó o las familias completas que cocinaban los alimentos, como las familias de crianceros en la cordillera.
La alimentación además tiene que ver con la ritualidad y las fiestas, la siembra, la cosecha, las lunas, el lucero, todo es un proceso interno-espiritual que está vinculado a esa memoria de autoreconocernos: es un nacimiento.
[1] El Olivar fue un asentamiento prehispánico y es actualmente uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de Chile ya que permitiría obtener datos inéditos del ADN del pueblo Diaguita.