El arte mapuche desde una experiencia humana
Lo ancestral es el objeto principal de la investigación en mi producción artística. Esta investigación se divide en dos líneas de trabajo: La primera se refiere al análisis de las formas ancestrales para destacar características específicas del espacio de exposición. El segundo es el estudio del cuerpo ancestral entendido como una herramienta de rendimiento. En ambas líneas busco centrar mi trabajo en lo primitivo, originario de forma simple o pura, para demostrar en la experiencia, la efímera objetividad de la producción artística.
¿Por qué trabajar con lo ancestral? Porque lo ancestral nos dice mucho sobre nosotros, de lo humano y nuestro propio tiempo. Así, en lo primitivo para condensar las contradicciones de nuestra sociedad, imágenes y sueños. ¿Por qué trabajo con mi cuerpo y otros cuerpos? Porque existen también en lo primitivo. Desde el tiempo que estudié en la facultad he tenido la motivación para explorarlo y desarrollarlo. Desde entonces trabajo con lo aborigen en el espacio. ¿Por qué? Porque necesito entender cada parte del espacio que me rodea y para así también entender temas humano.
Vivimos en este espacio-tiempo, tan contemporáneo y primitivo a la vez. Estamos llenos de este espacio-tiempo todo el tiempo y hay distintos espacios entre nosotros, los seres humanos. Cuando estoy haciendo una instalación, escultura o acción estoy tratando de encontrar algo invisible en el espacio-tiempo. Invisible pero presente. Algo latente. Porque lo invisible es lo que existe entre nosotros. Es la posibilidad de tomar una parte de la otra persona.
En muchos de mis proyectos mi cuerpo puede o no estar presente. La materia postula una tensión estructural dentro de las instituciones y en la otra mano también la ruptura de ella. Así que la materialidad en todas sus expresiones me interesa.
Entonces, ¿cómo estamos conectados?, ¿cuánto nos necesitamos unos a otros? El espacio, la naturaleza, la tierra son donde estamos. Son la posibilidad de estar conectados. Cuando el espectador ya no es éste y se convierte en un artista. Juntos elaboramos una interacción social con el propósito de una obra de arte.
El Taller
El taller de alfarería, de cerámica, de escultura en arcilla, es una experiencia humana de enseñanza y aprendizaje del quehacer cerámico. Aquí pasamos desde la superficie, lo que podríamos decir como “técnicas”, desde el afuera hacia el adentro. Puesto que trabajar con, para y por la tierra, requiere un carácter muy particular de ser humano, el cual tiene que estar dispuesto y desprendido de mucho, para solo conectarse con este material tan noble que es la arcilla. Vamos descubriendo a través del paso del taller las más diversas maneras de hacer, desde tecnicismos propios de nuestra época contemporánea, hasta formas de construir más primitivas. Y es desde ese lugar donde nos conectamos no solo las manos, sino también todas sus demás partes: corazón, mente, alma, espíritu, o como queramos denominar tales conceptos.
Y de pronto sentimos una liberación profunda, un bienestar profundo, en el simple gesto de modelar el barro. Toda la alquimia que esto significa, necesita tierra, agua, aire y fuego, para que todo acontezca, se transforma en una de las maneras más tiernas y honestas que podemos desarrollar como seres humanos. Formas, texturas, colores, aromas, tiempo, silencios, conversaciones, compartir, parar, seguir, y un suma y sigue de experiencias que algún día solo recordarán las manos.
La experiencia
Me topé con la pedagogía no por haber querido, sino por un verdadero sin querer queriendo. Fue un día el cual ya casi no me duele recordar, fue a partir de la partida de un gran amigo, creo que fue lo que me sacó de esa pena tan grande que queda luego de entender que la muerte está ahí, tan cerca como la vida misma. Enseñar, compartir, con seres humanos diversos en todas sus maneras, colores, formas, tamaños, ha hecho de este tiempo, un tiempo de absoluta felicidad y agradecimiento, no por un tema monetario (evidentemente), pero si desde una perspectiva humanitaria, transformadora y liberadora en muchos aspectos. Descubrir la pedagogía gracias a una experiencia tan fuerte como la pérdida de un ser querido, hace plantearnos y pararnos de una nueva manera ante el mundo, ante los seres humanos que siguen caminando con nosotros. Como no fui capaz de ver antes eso tan natural e innato que brotaba cada vez que sentía el inconmensurable hecho de enseñar, de compartir, de entregar lo que a mi en otro tiempo me fue entregado. Como un gesto vital, tanto así como el respirar, ya no me vi en nada más, ya no me imaginé de otra manera nunca más.
La Señora Hilda
Entender, asimilar que no existe edad para aprender, la señora Hilda me lo enseñó. En uno de los tantos talleres que realicé en la comuna de Quilicura, apareció ella un día de sol, con sus trenzas tan bellamente tomadas a lo “Frida Kahlo”, fue una de las primeras formas que me llamó poderosamente la atención de ella.
Comparto con ustedes algunas de nuestras conversaciones, fiel reflejo de lo ya expuesto:
*
– Señora Hilda, pero que bonitas son sus trenzas.
– Señorita profesora, mi hermano falleció hace todos estos años, yo lo cuidé por todo su último periodo de su enfermedad, y lo último que me dijo fue: “hermana, porque no te dejas crecer el cabello, así como cuando éramos jóvenes, tu pelo largo y negro, tus trenzas tan bonitas” Mi hermano falleció, y desde ahí nunca más volví a cortar mi pelo, lo llevo largo y con trenzas, todos los días.
**
– Señorita Profesora, le hice una tortera para el huso de una amiga y otro para mi, para el hilado de lana.
***
– Señorita Profesora, le regalo esta tortera, es que no sé cómo agradecerle todo lo que usted me ha enseñado este tiempo, con la tierra, con el barro…
****
– Profesora, mi autorretrato será una araucaria. Cuando era pequeña, viví en el sur, y muy cerca de nuestro ranchito (casita) habían unas araucarias muy grandes, me gustaba ir a mirarlas, solo a mirarlas.
Es gracias a estos momentos donde me doy cuenta de que vamos por buen camino. La señora Hilda, hija de ambos padres mapuches, llegó como una verdadera fuerza, no solo para mí, sino para todos los que compartíamos cada sábado aquel taller de cerámica.
___________
Por Paulina Ellahueñe Espinoza
Licenciada en Artes Visuales con mención en Escultura, Universidad Finis Terrae.
Alumna del Diplomado en Lingüística y Culturas indígenas, Universidad de Chile, año 2016.
Postgrado (C) en Pedagogía en Educación Media para Licenciados, Universidad Andrés Bello.
paulinaellahuene@gmail.com